Magulladura
En la zona se encharca el color, púrpura sin brillo.
El resto del cuerpo queda desteñido por completo,
color perla.
En un foso de roca
el mar sorbe obsesivo,
eje del mar entero un solo hueco.
No mayor que una mosca,
la marca del destino
trepa por la pared.
El corazón se cierra,
el mar se desliza en retirada,
los espejos están amortajados.
Filo
La mujer alcanzó la perfección.
Su cuerpo
muerto muestra la sonrisa de realización;
la apariencia de una necesidad griega
fluye por los pergaminos de su toga ;
sus pies
desnudos parecen decir :
hasta aquí hemos llegado,se acabó.
Los niños muertos, ovillados, blancas serpientes,
uno a cada pequeña
jarra de leche ahora vacía.
Ella los ha plegado
de nuevo hacia su cuerpo;así los pétalos
de una rosa cerrada,cuando el jardín
se envara y los olores sangran
de las dulces gargantas profundas de la flor de la noche.
La luna no tiene por qué entristecerse,
mirando con fijeza desde su capucha de hueso.
Esta acostumbrada a este tipo de cosas.
Sus negros crepitan y se arrastran.
Amapolas en octubre
Ni siquiera las nubes solares pueden esta mañana permitirse
semejantes faldas.
Ni la mujer de la ambulancia,
cuyo rojo corazón florece a través del abrigo tan
asombrosamente...
Un don,un don de amor,
jamás solicitado
ni por un cielo
que pálida y llameantemente
quema sus monóxidos de carbono,ni por unos ojos
que el embotamiento detiene bajo sombreros hongos.
Dios mío,¿qué soy yo
para que esas bocas tardías se abran a gritos
en un bosque de escarcha,en un amanecer de flores de trigal?
de Ariel, Hiperión, Madrid, 2007,Versión de Ramón Buenaventura.
Increíble
ResponderEliminar"los niños muertos, ovillados, blancas serpientes,
uno a cada pequeña
jarra de leche ahora vacía.
Ella los ha plegado
de nuevo hacia su cuerpo;así los pétalos
de una rosa cerrada,"
El dolor de Silvia Plath, una Medea no violenta y una violencia sin resolver y por tanto autoviolenta. Parece que quisiera reabsorber a sus hijos, volverlos al útero, cerrar la rosa, sellar el pasado dentro de un presente-futuro.
Jarra de leche vacía.No obstante, les dejó a cada uno un vaso de leche tibia, ese gesto que me conmovió siempre sobremanera (hasta hacerme escribir un poema)forma parte de la grandeza de Plath. Por oscuro que fuera su mundo ella siempre nos abrió (a sus hijos y a nosotros) una puerta a la vida y un nuevo entendimiento de la complejidad del mundo y del deseo.