Es bien sabido que, en medio de una serie de años normales,ordinarios,ese viejo maniático que es el Tiempo,gusta a veces engendrar otros,extraños y desnaturalizados,a los cuales se agrega - como un sexto dedo de una mano-un décimo tercer mes falso.
Nosotros lo llamamos falso porque raramente llega a la madurez.Como un hijo de la vejez queda retardado,esmirriado.Es un mes giboso,un retoño a medias marchitado,más conjetural que real.
Habrá que echar la culpa de esto a la incontinencia senil del verano,a su vitalidad tardía y libidinosa.Ocurre a menudo que,transcurrido el mes de agosto,el tronco ensanchado del verano continua por inercia produciendo frutos,segregando desde el fondo de su carcoma días parásitos,días cizaña,estériles y estúpidos,que nos arroja gratis,días suplementarios,vacíos y coriáceos,flacos aturdidos,inútiles.
Crecen irregulares,desiguales,informes y pegados entre ellos,como los dedos de una mano contrahecha,granulosos y aplastados como higos.
Algunos han comparado esos días a los textos apócrifos interpolados,subrepticiamente entre los capítulos del gran libro de las estaciones,en los palimpsestos introducidos secretamente entre sus páginas o incluso a esas hojas blancas,impolutas,que no han sido injuriadas por la tinta de imprenta,en las que los ojos fatigados por la lectura y saturados de sueño pueden dejar escurrir su exceso de imágenes y apagarse lentamente - los colores son cada vez más inconsistentes - para,una vez repuestos de su insignificancia abordar los laberintos de nuevas aventuras y de nuevos capítulos.
¡Ah esa vieja novela amarillenta del año,ese gran libro del calendario que se va,despaciosamente,en pedazos!Reposa olvidado en algún lugar,en los archivos del tiempo,mientras que su contenido no cesa de inflarse hasta hacer saltar la encuadernación,irrigado por la cháchara continua de los meses,la proliferación prodigiosa de los embustes,las chocheces y los sueños.
de La noche de la gran temporada, según la versión incluida en La calle de los cocodrilos, Centro Editor América Latina, Buenos Aires,1972, Traducción de Ernesto Ghore.
Y va pasando cruelmente hay que decirlo...
ResponderEliminarMi querido Alejandro muchas gracias por traernos a Bruno Shulz con esa riqueza literaria en su camino y obra .... escritos contundentes y deliciosos.
Un abrazo muy fuerte.
Sofía