Viernes 18 de diciembre
Pavoroso amor al dinero. Todo se ha unido para hacer mi codicia y ambición: el signo Tauro, la raza judía, y mi infancia desdichada y humillada. Lucho con todas mis fuerzas. Lo terrible de los deseos que se desprecian.
Y qué sucedería si aceptase mi amor al dinero y a la gloria (gloria en el sentido de salir en revistas tipo París-Match). No. He de luchar conmigo misma. En verdad,el mundo del dinero es el mundo de mi familia. Seguramente lo que yo deseo es que me acepten: y tener dinero ganarlo o conseguirlo es la única forma de conquistar su admiración y estima.
Pero el signo Tauro, la raza judía, la infancia desdichada.
El problema de mi mente en blanco. Mi inteligencia sólo y exclusivamente funciona cuando un estímulo cualquiera me arrastra a "regresar" en un sentido psicoanalítico: entonces, en dos minutos tejo una historia perfectamente lógica, hermosa y seductora sobre un episodio cualquiera de la infancia que jamás viví pero que anhelo y extraño (?). Generalmente,los estimulantes son las escenas callejeras o de ómnibus, de niños y niñas con sus madres que evidencian inquietud y preocupación por su hijos, o si no el llanto de un niño oído desde mi habitación,o cualquier hecho semejante. Entonces me hundo, caigo, me precipito y tengo una hora, un día, seis meses, ocho años, catorce y veintitrés años de edad en diez minutos. Hasta que "despierto" y me acerco al espejo y me imagino a los cuarenta o cincuenta años, una mendiga loca, con manía depresiva hundiéndose en la misma y perenne y eterna fantasía. ¡Dios mío! ¡Dios mío! Y me doy asco y me desprecio y me repugno y lloro hasta que mi llanto me trae a la fantasía otro episodio, esta vez de carácter masoquista, pero que termina bien, con abrazos y besos profundos de una madre con rostro de esfinge, una suerte de Virgen María silenciosa,mágica y todo poderosa que no ama a nadie sino a mí, sino a ésta que no soy yo, porque yo no soy más una infeliz neurótica con ambiciones y proyectos que jamás se cumplirán.
El estatismo de mi mente. Su inmovilidad pétrea. Ausencia absoluta de pensamientos. De allí la tartamudez.
La falta de espontaneidad.
Pero no hay que exteriorizar espontáneamente porque dentro no hay nada.Sólo silencio y dolor.
(1959)
Lunes,28 de diciembre
He releído mis poemas de los años 56 y 57. He adelantado notablemente. Me sorprendió el exceso de imágenes cursis y fáciles. Pero también me alegró reconocerlas ahora y considerarlas con una sonrisa conmovida y divertida. Non obstant,el misterio de mi quehacer persiste oculto : escribo poemas cuando ello o algo o alguien lo quiere. Así sucedía a los diez y siete años y así continúa.
El peligro de mi poesía es una tendencia a la disecación de las palabras : las fijo en el poema como con tornillos. Cada palabra se hace de piedra. Y ello se debe, en parte, a mi temor de caer en un llanto trágico. Y también el temor que me provocan las palabras. Además mi descon fianza en mi capacidad de levantar una arquitectura poética. De allí la brevedad de mis poemas.
(1959)
de Diarios - Edición a cargo de Ana Becciu - Lumen - 2007 -Barcelona .
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