Cuando me echaron de la calesita,el caballito pintado de blanco me siguió varias cuadras.
Que sí,que no,al final me subí y fuimos hasta la heladería del diablo.Compré uno de limón y otro de frutilla para él.
Le va a hacer mal a la panza,dijo el diablo,y los dos me miraron,angustiados.
Nunca más me siguió el caballito.
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Todos los martes cuando Verónica va a lo de la señorita particular,un diablo se le cuelga del moño.
Ella no se da cuenta,está preocupada,siempre.
La señorita cría un chanchito al fondo,lo usa de ejemplo,cómo no van a aprender niñas,dice,si Emilio,hasta toca el violín.Por eso,aunque deba recorrer la Tierra,el diablo,los martes,permanece atento hasta que el moño fucsia de Verónica,aparece por la esquina.
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Las sandías se cultivaban contra el maíz cerca del río,dicen que así vienen mejor;estaba allí y apareció el diablo de la siesta con su cara verde y un birrete.Nos miramos y comenzó a cambiar birretes de todos colores,apurado,estaba.
Era el arco iris del MAL.
Después arranqué una sandía rojísima,helada.
Volví a las casas bajo un cielo gris;detrás del sauce,las vacas cantaban a la luna.
de El diablo entre las rosas,Libros del Empedrado,Buenos Aires,1996.
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