martes, 29 de noviembre de 2016

viste cuando quedás afuera de todo?







limpio el mundo de los muertos / muda la espiga de lo santo
adentro de un invierno tibio


entonces
sin soledad
ni espera

 aparece la estrella

 luz que imanta los demonios





lunes, 21 de noviembre de 2016

el diablo





sobre el puente de oro
donde ofrecemos
lo mejor


esa rama de hielo.





del libro, El ángel dijo sí.

domingo, 13 de noviembre de 2016

ya no recuerdo cuando fue el último día en que no me dolió nada



si vos lo recordás
serás muy joven o muy mediocre
o acaso
no conociste esa experiencia
o sí
pero fuiste a la farmacia
y después
 hubo música
un cielo prometido
por ejemplo


largas noches en que yo era un barco de longfellow
y cruzaba
vigoroso
la incomprensión




jueves, 10 de noviembre de 2016

Único habitante



Mi casa ahora está frente al consulado de Ecuador
No es como mi casa al lado del Seminario
O mi casa arriba de un canal de televisión
O aquella esquina del universo que alguna vez
O la hermosa casa frente al colegio san Antonio
Pero mi casa sos vos
Y la luna un montón de agua distraída

Y esos proféticos inquilinatos del lector
Y tantas llaves nuevas porque no hay
Donde abrir lo que no cierra

Mi casa frente al ferrocarril
Mi casa al revés del centro espiritista

Hay un montón de casas
La ciudad eras vos
Antes de ser
Un terrón acuoso y suficiente

Qué largo es el día en la inclemencia
Que profundo el aire
Cuando sale el ser
Rumbo a humedales de palabras
A su precario hogar en el lenguaje

En ocasiones
me confundo
Creo ver
castillos
tibios panales de la china septentrional
Y sé que me confundo
Palpo la oscuridad de esas paredes
Cómo lo se
Porque en mi casa
Hay unas manos arriba de una mesa
Y adentro de esas manos
No entra el mundo
Entro yo

Sin mundo.

martes, 8 de noviembre de 2016

se dice una vez




se dice una vez se dice otra y otra otra, dormido solo, con uno dos que escuchan, que no escuchás, se dice una vez y otra, se va la soledad, el silencio se va, los otros, el otro se va

y sigue diciendo

para que vuelvan dice?
para que no vuelvan?

para que se queden como un árbol sufrido de belleza o no?
de tatuaje o no?
de quemadura y sombra o sí?

no hay
no pudo haber
ni hubo
destino voluntad en esto

se dice como si no hubiera nada más
nada más nada más que menos
que el mar
qué más

no se repite no se mitologiza metaforiza perversea
si tiene sed dice la sed
si tienen uñas muestra las uñas
si lleva amor lleva amor lleva la valija la señora la patria
pero nunca no nunca
lo que dijo y decía y ya no dirá
no ya no dirá
aunque en su lugar
(abandonado caído manchada la palabra
diga de sí misma como quien muestra su intestino
su estrella
su pasado pisado)

escuchó lo que dice?
(una voz chiquiiiita de la quinta del ñato
de la infancia
de haber buscado piedras en la orilla?
de haberse mojado los zapatos?

de un viento graaaande
que sólo el
o ella
o los renacidos?)

y mucho se expandiera  concentrara según casi afirman del universo los que no saben qué saben
como una piedra (y no lo dice)
una mirada (y no lo dice)

y en los sepulcros en los anatemas
en los exilios
trabaja lo dicho?
obstinada
precariamente?

trabaja hasta hacerse un cuerpo una jaula una nube
o una copiosa masacre de la luz?
hasta eso
 trabaja?

o es música de tontos por el campo
o animalidad o Grecia
descansa lo que dice cuando dice
una vez y otra una vez y otra

en la casa del ser del parecer
acontecer?
perecer?

escapado del cuerpo?
de la red acromegálica del sentido?

se dice una vez
se dice otra
otra
otra


infinito es el oído de la piedad
y cruel
y bienvenido como las mantas
los caballos y el instante desierto donde algo o alguien o algunos

calla.

JULIO CASTELLANOS (CÓRDOBA,1947)




DE FLORA URBANA



Casi a la puerta del lugar donde vivo
hay un naranjo
que da frutos amargos de un pálido amarillo.
En la vereda de enfrente,
una gigantesca rosa china.

El naranjo fructifica en invierno,
la rosa china florece al esplendor del verano.
No coinciden.La calle los separa.

Alguna vez un gajo de naranjo
adornó las paredes de mi casa.

(Alguna vez las rojas rosas chinas
vivieron en el cuenco de tus manos,
vibraron al calor de tu pecho).

Todo lo otro es ajeno.
Lo único que atienden
es su propio acontecer,su ser sin nadie.




de Naranjas amargas - El Espejo Ediciones - Córdoba - 2016

domingo, 6 de noviembre de 2016

A Prestes (mi galgo)




Has muerto, silencioso amigo mío, has muerto...
¿En qué prados profundos te hundiste para siempre cuando llovía oscuramente?
- Marzo, anoche, apagaba la sed larga...

Tu cabeza, tras el último suspiro, quedó más fina aún en la línea final.
Y era como si corrieras acostado un no sé qué fantástico que huía, huía...

Silencioso amigo mío, viejo amigo mío, has muerto...
Cuántos minutos claros, cuántos momentos eternos, contigo,
compañero de mis mañanas cerca del agua, de mis atardeceres flotantes...
en el dulce calor, en el viento de las hierbas, en los filos del frío,
en la luz que se despide como un infinito espíritu ya herido...

Silencioso amigo mío, viejo amigo mío, cómo nos entendíamos...
Esta tarde hubiéramos salido a mirar los oros transparentes, casi íntimos...
¿Qué veías allá, sobre las islas, cuando enhestabas las orejas?
¿Y te tocaba el blanco alado de la vela lejana?
Oh, los perfumes de las gramillas y de la tierra, qué ríos de éxtasis!
Y tu tensión cuando algo corría abajo...
Duro de mí, estúpido de mí, que te contenía sobre las traseras patas sólo,
vibrante en tu erguida esbeltez posada apenas...

Silencioso amigo mío, viejo amigo mío, compañero de mi labor...
Echado a mi lado, las horas lentas, alzabas de repente tus ojos largos,
ay, llenos de signos sutilísimos, y a veces,
una tenue luz que venía no se sabe de dónde humedecía su melancolía sesgada...
¿En qué secretas honduras sentías entonces mi mirada?

(Qué distraídos somos, qué torpes somos para las humildes almas que nos buscan
desde su olvido y quieren como asirse de una chispa, siquiera ínfima, de amor...)
Se hubiera dicho que emergías dulcemente de un seno desconocido
y que una serenidad ligera te ganaba así un extraño mundo seguro...
El noble hocico, luego, se aguzaba todavía más entre los delgados remos, contra el suelo,
en esa actitud de los cuadros antiguos, de un triste husmeo extático...

(...) De mirar tu estampa se sabía que tu sangre venía de lejos, de muy lejos,
no del rubio país sino de los desiertos arábigos, por tu finura barcina.
Perfecto de gracilidad y fuerza, tus menores gestos decían
de una añejísima nobleza ganada sobre las arenas tras las gacelas de luz.
Todo en ti se concertaba como en un poema para un vuelo rasante de flecha,
y eras tensión ceñida o libre igual también que en un poema....
Tu infancia fue feliz de saltos y juegos con el Dardo, tu amigo,
el lebrel aquel de Italia muerto trágicamente en una lucha desigual,
y no había cañadas anchas ni árboles juntos para la casi alada geometría de tus vértigos,
ni había corriente poderosa para tu pecho afilado y tu flexible gracia serpentina...

Cerca del río inmóvil, allá, empezamos a querernos en los silencios pálidos
llorados por los sauces medrosos o subrayados frágilmente por los plátanos...
Sobre los caminos, medio idos ya, tu marcha, a mi lado, era leve, de fantasma...
Y acaso tú también recogías lo que decían los follajes entre las flores de arriba y abajo que nacían...
El idílico sol de la ribera nos encontraba siempre puntuales, junto a las primeras cañas de pesca,
y el arrabal de la costa cuando la brisa última lo ajaba, ¿era sólo de sueño?
Oh, las figuras hieráticas de los pobres portoncitos de ramas
y los chicos mudos, espectrales, atravesando el baldío hacia el rancho de la orilla...
tu juventud fue luego de anchas pistas, de los grandes potreros con cardos de Carbó...
En la mañana iluminada de cardos caminábamos esquivando las espinas,
-una culebrilla, de repente, irisaba su rápida cinta a nuestros pies-
tú más cuidadoso y desconfiado que yo, levantando delicadamente las patas,
pero algo saltaba cerca y el alambrado entero sonaba como un arpa,
cuando no lo sobrevolabas y eras todo vueltas breves, increíblemente elásticas...
-Celebraba, mi amigo, que la liebre, al fin, no fuera tuya...

Larga fue tu enfermedad y tu latido profundo se hizo delgado, casi una queja ya...
Oh, esta queja, oh, tu llamado débil, cuando sentías acaso que “la sombra” venía
y requerías a tu lado las familiares presencias queridas...
Duro de mí, estúpido de mí, que a veces no prestaba suficiente atención a tu llamado
ni lo entendía en su miedo de la rondante noche absoluta, de la marea definitiva,
miedo de hundirte solo, sin la luz del “aura” amada junto a la ola fatal,
tú, el de la adhesión plena, el de la estilizada cabecita beata sobre la falda, sentados a la mesa
o leyendo yo sin haberte mullido el sueño fiel al lado de la silla...

Ay, oigo todavía tu llamado, tu llanto débil, impotente, de una imploración seguida...
Las voces no estaban lejos pero las querías alrededor de ti contra el silencio que llegaba...

Ay, oigo todavía tu llamado, tu súplica latida como desde una medrosa pesadilla,
mientras mi corazón lo mismo que tus flancos, sangra, sangra,
y Marzo, entre las cañas, sigue lloviendo sobre ti...




 de La brisa profunda (1954) Juan L. Ortiz  (1896 - 1978 )