martes, 22 de diciembre de 2015

música del abandono




aprendemos calendarios de la enfermedad
duele aquí o allá la piel de zapa
 el cuero del fantasma

sabemos lo necesario
por eso
continuamos sospechados de lo desconocido

(¿Cómo reunió Noé las aves y los brillantes gusanos del mar?)

unidos por la quemazón del amén nos entregamos a prologar
firmemente invitados a fiestas de conversos

es precioso insistir

los días mortales
estiran su cuello

a la ultratumba.

miércoles, 9 de diciembre de 2015

del poema Calle Leighton



Estas calle comienzan allí donde los adoquines
asoman entre medio del asfalto, igual que las cabezas
de niños mal sepultos en su textura,
¿Qué mito es éste? nos preguntamos,pero
los niños que juegan a la ronda y a
rango -y-mida en el barrio sólo ríen.

No hay mito nos dicen no hay mito
solamente dicen eh boludo solamente
la calle Leighton
nada más que todas estas casas pequeñas
nada más que los porches en donde nuestras madres
lavan, lavan, lavan.

Donde los días se hacen calientes
y en la calle leighton escuchan la radio
con los pterodáctilos volando entre las antenas
en el techo y dicen eh boludo dicen
Eh boludo

No hay mito nos dicen no hay mito
sólo dicen eh boludo no hay
aquí otra cosa que la calle Leighton
Esto dicen en es cómo tu callas tu silencio
de días. Boludo.

Cuando volvemos las espaldas a estas rutas interiores,
depósitos con caras de ladridos en blanco,
cuando dices "Oh, pero he llegado al fin
de todo cuanto sé y aún oigo sus dientes,
rechinando en la noche..."

Stephen King en The Tommyknockers,emecé,buenos aires,1989,versión de Edith Zilli

martes, 8 de diciembre de 2015

SIESTA DE LA CONCIENCIA



Mirar lo que uno no miraría,escuchar lo que no oiría,estar atento a lo banal a lo ordinario, a lo infraordinario. Negar la jerarquía ideal que va desde lo crucial hasta lo anecdótico, porque no existe lo anecdótico, sino culturas dominantes que nos exilian de nosotros mismos y de los otros, una pérdida de sentido que no es tan solo una siesta de la conciencia, sino un declive de la existencia.


Paul Virilio


martes, 24 de noviembre de 2015

Así como el mañana





¿Nos decía Porchia que todo viene al hombre así
como el mañana?

Cuánto pedregullo del corazón
Cuánta lamentación sin profeta.

Para que enfríen
los presentimientos
colgamos su relámpago entre las rejas.

¿Recordás esa casa hermosa que alzamos en el mundo?
 sólo llegó el viento
a preguntar
 su piso de lágrimas.

¿No sale luz del ojo
 de un poceado corazón
los otros?

Estrellas o demonios
es siempre
la desgracia
signo
 de conspiraciones.

Un ángel interminable
para  aliviar
diez  tiros de  tiniebla.

Y esos árboles  sonriendo  la malicia del cielo.

Precaria y suficiente
a la evidencia sucumbe el ansia
a la impura sinceridad de los amores.

Es luminoso el rincón
no se  la silla
los botines 

Escucho melodiosos alaridos
A lo lejos.






lunes, 2 de noviembre de 2015

La portera




Pero si desde chiquita
Yo trabajé en cualquier cosa
Hasta que me fui quedando acá
Hay gente que le da algo
Un miedo,un asco
No es que deban venir a visitarme
A tomar unos mates en el depósito

Es que mis amigos
Parientes
Llegan como hace años
fresquitos

Andá a saber si se enojan los muertos
Para mí que no

Y están los otros
Esos que gritan
Y después se quedan mirando, mirando

Lo peor son los muertitos
Los que matan los médicos
Los pibes de las motos

A veces a la siesta
Se mueven los finados
en el verano
Se corren
Se empujan

¿quién vienen?
No, no les interesa
Los muertos se ocupan de su mundo
Nosotros
Como que quedamos acá
Porque
Yo estoy bien
Aparte de la jubilación
La mutual,la estabilidad
Hay paz
Pero llegué a pensar
Con los años
De estar muy sola cada tanto
Acá en el trabajo
He llegado a pensar
No estoy ni viva ni muerta
Un poco adentro
un poco afuera
¿sabe?
Una  profesora del Gabriela Mistral
Me dijo que así viven las monjas
 conoce muchas
Comen masitas Devoción
Y algunas mujeres también
Porque ellas
Mujeres no son
Que no tienen hijos
Ni marido
Ni nada
O si

Yo tengo hijos
Marido
Pero
Lo que más tengo es trabajo
Pensar que la ven a una así
Con esta ropa
Y que es morocha
Y los dientes sobre todo
Las zapatillas
Y ya está

Por eso le digo al Quico al Churrinche
No toqués la sirena de las 19
Cerrá ahora nomás
Y ya vas a ver como se apelotonan contra la puerta
Como golpean las chapas de la oficina
Porque le tienen cuqui a los muertos
A la noche
Se creen que son cosas parecidas
No
No son parecidas
La noche tienen estrellas como soles
Allá lejos
Y los muertos el calor de la pena
Nada más
Por eso ando contenta
Así no me muero
Menos ahora
Que la nena está por terminar el estudio
Y,se va a reír,
Pero si me dijeran
Chela ya te cagás muriendo, ya
Lamentaría también por la novela
Esa
La de la sirvienta brasileña
Bueno
nadie quiere
O la mayoría dice que no
Que no quiere morirse por nada de mundo
Y es asegún
Que hay veces…
¿a usted no le pasa?
Por un despecho,una rabia
O por hacer memoria
Uno quisiera,sí,quisiera

Acá está lleno de memoria
La gente camina y mira fotos
Se acuerda
Algunos se alegran
Y otros
Ya llegan hasta acá
Pensando ese es el primo o el tío
De aquel hijo de puta
De esa novia
Bueno,de cualquier cosa
A mí qué me importa

Todos van llegando al barrio
O casi
Porque algunos no se mueren nunca
Qué no
Pregúntele a la Mirtha
Al Mariano Mores
qué voy a ser espiritista
Andar con gualichos
Dicen
-no en la cara
Pero yo se que sí-
Qué voy a ver los espíritus
Las brujas detrás del paredón
Los viernes
Qué voy a ver…

Te envidian la changa
Porque conocés un montón de gente y sos municipal
(La Nelly me habló un par de veces de las hechicerías
De los que se agarran
En los panteones)
Yo que sé

De a ratos
Cuando hay algunos en la capilla cuento de los exvotos, la trenza de la preñada, la prótesis del comisario,el traje de la novia de Panchito (se acuerda?)…pero, de atenta nomás
Si no me aburro yo
(te vas a aburrir
Con los negritos que cuidan los coches
Y chorean, chorean
Más que yo deben sacar
Más…)

Si un día me jubilo
Voy a seguir viniendo
Para moverme
Y para que no estén solos
Como yo
Adentro
Afuera

Cuidando

Usted dirá
Cuidando qué
Negra vaga

Pero yo se
yo se

Y nunca se los voy a contar.



Publicado en la revista Diccionario, Ciudad de Córdoba, 2009


martes, 27 de octubre de 2015

CHICO



al chico que ponen en un rincón
pasa el padre y le pega
pasa la madre
los hermanos
le pegan
lo sacan a la calle
atado
a la escuela
ala hamaca
atado
le dan juguetes de cartón
camperas
zapatillas
de cartón

le riegan la joroba
raspan sus ojos
le escriben
puto-gorreado
en el corazón

el chico que hizo puentes
caminos
torres
y
apretó los dientes
se levantó
pudo o no pudo
pero
qué hierro
qué tiniebla
se mordió

el chico que abrazo cada noche

mi chico
mi chico

yo.


de En un puño oscuro,Ediciones radamanto,Villa María,1998.

sábado, 24 de octubre de 2015

Consulto en lo sagrado





 A poco de leer a Eugenia Almeida
(su historia del pan en el periódico
Su resto de luz en unos libros)
Hablamos de pintura con mi hijo y a poco discutimos
(yo quisiera escribir
Y siempre quiero
Como si fuera a hallar
Mi mano
El paraíso)
Digo
Ya está bien
contento de lo ciego que palpa su lenguaje
 aprecio el artificio
apetencias de otro orden

Consulto en lo sagrado el ardid del diablo
En Job y Zacarías
En los moluscos

(lo virtuoso de toda enumeración
Deviene en la digitalización del caos)

me digo
A mucho de vivir
No ir lentamente
Supuesto de un dios hampón de tumbas.

Qué hacés con la basura

Al lado abren puertas
Quién enseñó
Éste es Vallejo
Aquello la penumbra modernista

A poco de escribir
muy mal sentado
Por grandes noticias que boquean
Conocido del fracaso
Y recompensado con maldad
Pienso en fumar
En otras bendiciones
Y atroces pasatiempos

 A poco de escribir toda una vida
El arte de caer es lo frecuente
Menos
Supongo
El arte de triunfar con una espina

A poco de casi siempre
A poquísimo
(para desdén de augustos empleados)
Y menos vacilante
 más resignado
Qué justo
Que rezado en un juego de dados:
Mallarmé o la estupidez de la literaturitis

Contabas qué hacés con la basura
Esas cáscaras o pensares de otra grafomanía encadenada
De a poco cada uno
 explicará
Donde comía el ser
Lo que sobró

A poco de fregar entre mil monstruos
Al bien de sonreír y producir
Eruditos de infamia
Extraños anhelados
Asuntos de un recurso que medra con lo eterno

Por la noche
Mueven grandes maquinarias las demoliciones

A poco de estar atentos expectantes
Cuál fue el premio

Y si Eugenia Almeida no hubiera nacido en la Oportunidad?
Y Selva Almada en la predicación?

Uno de los inconvenientes de mi lectura es la costumbre de picar
Un poco de comida vietnamita acá
Un tanto de Charles Manson por allá
Y además
Los pistolones de Burroughs
Y además Sarmiento o Elmore Leonard

(comentarías el capitalismo de tu lectura
Su orilla populista?)

qué hacés con esa soledad?
Vamos
Considerando que el Otro existe
Y el tiempo no

A poco de animarse en lo feriado

Pobre!!!
La risa de un idiota o dos contando los peldaños
Todo está vacío y sin embargo
VIAJAN

A poco de la analgesia y la paremia
(como paresia lingual
O escudo griego)
 A mucho del mar
Y
Velozmente

Para los cirujanos que arrancan un pedazo de carne y le llaman vida
Para los que suman signos
Es muy importante la
Precisión
 imperante la deglución

A poco de escuchar algún infinitivo
Recuerdo
Se me hace un recuerdo
Lo presente

A tanto de vivir
Muy maldiciente.







 

jueves, 10 de septiembre de 2015

TE ACORDÁS CLAUDIO


vos ya viste al final estaba demasiado débil
una sola copa lo emborrachaba
su hermano menor es el que explica
ahora él se vuelve mayor
yo me vuelvo dos
cuando muere un amigo hay que seguir viviendo por los dos
silbando por los dos
puteando por los dos
hablo de mí ya sé que está mal pero qué puedo hablar de vos
que puede hablarse de un muerto
nada
no me impresiona que estés muerto
eso no alcanza a diferenciarnos
hablo de mí pero sos vos quien habla

te escribo parado en el colectivo
haciendo fuerzas para no caerme
las tarifas recién aumentadas
yo estaba afuera
cuando volví ya estabas guardado
ya no pude saber dónde
perdido como vos por estas galerías
bajo de qué terrón me estás hablando
cuando salí cantaba un grillo
el mismo de aquellas noches en la estancia
en la adolescencia en la infancia
te acordás Claudio yo sí me acuerdo
el grillo dice ahora lo que vos decías entonces
una sola cosa larga
ininteligible clarísima
te acordás de aquellas conversaciones en la oscuridad
vos que nada sabías yo que nada entendía
ahora sí que te entiendo
qué elocuencia morir

soñé que me quedaba a dormir en tu pieza
no sé en qué cama sólo había una
enorme donde vos tratabas de acostar a tu hermano
le sacudías yo te explicaba que ya no se hacía así con los niños
después era la mañana siguiente
entrabas al baño corrías una cortina de cretona para no ser visto
venía mi madre con sus amigas y miraba todo con simpatía
pero con cierta reserva
desperté preguntándome por qué la tuya no aparecía en el sueño
ella que siempre tuvo la casa impecable
quizá no quiso ser vista en mi sueño
así como no quiso ser vista en tu vida

te acordás tus diez años en Neuquén
el ejército te destino los manzanos te cubrieron
y yo diez años doblemente preso
de nada sabía liberarme
diez años es mucho dos veces la secundaria
vos venías de vez en cuando me decías iremos a ver la confluencia
nunca fuimos juntos a ver esos dos ríos juntos
pero un día volviste para siempre
sólo que fui incapaz de darme cuenta
que te habían vencido que te habían matado
eso que parecía volver sólo era tu conocimiento
yo estaba diez años acostumbrado a que estuvieras muerto
no es ahora la primera vez que vuelvo a Buenos Aires y  no estás
sólo que ahora
estás en Neuquén de una vez para siempre

te acordás de Coluccio
el sastre tu primer traje ojo de perdiz
qué pedazos de hombreras
los murciélagos muertos a zapatillazos
te acordás Celita cómo se reía
no sé si te acordás que eras médico
la salud para vos era cuestión de hombría
pero estuviste rudo la última vez que te vi
tus quijadas flacas tu barba poco afeitada
claro tenías que morirte estabas apurado por decirme todo
a la mujer me dijiste hay que tenerla fascinada
también me dijiste dale todo para que ella pueda darte algo
en lo primero no te hice caso
no quería tal vez no podía
en lo segundo sí
¿es por eso que vos a la tuya
le diste tu muerte?
ella no quiere creer que sigue el sol

yo circulo por aquí todavía
ando como rengo sin vos
ya nunca estará mi padre agarrotado de angustia
y yo voy al cine con Claudio
muchas veces estarán muertos mi padre y Claudio
juntos tal vez
y yo voy al cine con Juan o con Luis
solo tal vez
eludiendo escupidas por la ciudad
ahogando mi júbilo entre las hordas que terminen las
clases a gritos
soñé que visitaba la casa de tus mayores
en la alta aldea piamontesa
era una gran habitación con piso de tierra
allí pobre acurrucado pardo
estaba tu clan todos los Robiglio
ahora sí aparecía tu madre
en un rincón doblada sobre sí misma
y detrás de ella tu hermano menor
ahora un patriarca sarmentoso y plateado
algún otro explicaba a otra mujer ya vieja
"tenías un primo alto fuerte de gran corazón"
a mí me daban ganas de gritar "era mi amigo"
pero no lo hice
tal vez para no herirlos con mis finas ropas

en esta generación no es fácil sobrevivir
yo sobrevivo de vivo
yo te lo dije viejo vas a reventar
vos dijiste no importa
entonces no importa
y acabaste de fuerza tuya
moriste de morir no más
tu pellejo era poco para vos
a nosotros sólo nos ganan con la muerte
y qué carajo nos importa

no te alcancé a mostrar mi verso sobre el tiempo
no alcanzaste a explicarme tu teoría del tiempo
ya estabas por saberlo todo
sabías tu muerte eso era fácil para vos
todo esto que digo ahora
vos ya sabías que yo iba a decirlo
quería saber el tiempo ahí lo tenés
ahora él se despreocupó de vos
explicámelo ahora que pasa sobre tus ojos
como un dormido torrente oscuro
mansito
ahora que podés acariciarle la panza
ahora que seguimos navegándolo
yo manoteando todavía el curso
vos debajo del cauce
para vos transparente.



1964 


César Fernández Moreno de Buenos Aires me vas a matar



jueves, 27 de agosto de 2015

Gaston Bachelard / INSTANTE POÉTICO E INSTANTE METAFÍSICO

I
La poesía es una metafísica instantánea. En un breve poema tiene que dar una visión del universo y el secreto de un alma, un ser y objetos, todo a la vez. Si ella sigue simplemente el tiempo de la vida es menos que la vida; sólo puede ser más que la vida inmovilizando la vida, viviendo a la vez la dialéctica de las alegrías y las penas. Es entonces el principio de una simultaneidad esencial en que el ser más disperso, más desunido, conquista su unidad.

Mientras que todas las demás experiencias metafísicas se preparan con interminables proemios, la poesía rehúsa los preámbulos, los principios, los métodos y las pruebas. Rechaza la duda. A lo sumo requiere un preludio de silencio. Ante todo, golpeando sobre las palabras huecas, hace callar la prosa o los trinos que dejarían en el espíritu del lector una continuidad de pensamiento o, de murmullo. Luego, después de las sonoridades vacías, produce su instante. Para, construir un instante complejo, para insertar en ese instante simultaneidades numerosas, el poeta destruye la continuidad simple del tiempo encadenado.

En todo verdadero poema pueden hallarse, pues, los elementos de un tiempo detenido, de un tiempo que no sigue la medida, de un tiempo que llamaremos vertical, para distinguirlo del tiempo común que huye horizontalmente con el agua del río, con el viento que pasa. De esto se desprende una paradoja que es preciso enunciar con claridad: mientras que el tiempo de la prosodia es horizontal, el tiempo de la poesía es vertical. La prosodia sólo organiza sonoridades sucesivas: ajusta cadencias, administra fugas y emociones, muchas veces, ¡ay! a destiempo. Al aceptar las consecuencias del instante poético, la prosodia logra llegar a la prosa, al pensamiento explicado, a los amores experimentados, a la vida social, a la vida corriente, la vida que se desliza lineal, continua. Pero todas las reglas prosódicas no son más que medios, viejos medios. El fin es la verticalidad, la profundidad o la altura; es el instante estabilizado en que las simultaneidades, al ordenarse, demuestran que el instante poético tiene una perspectiva metafísica.

El instante poético es, pues, necesariamente complejo: conmueve, prueba −invita, consuela−, es sorprendente y familiar. En su esencia el instante poético es una relación armónica de dos opuestos. En el instante apasionado del poeta siempre hay algo de razón; en el rechazo razonado, siempre queda un poco de pasión. Las antítesis sucesivas comienzan a gustarle al poeta. Pero para el arrobo, para el éxtasis, es preciso que las antítesis se reduzcan a ambivalencia. Entonces surge el instante poético... Por lo menos el instante poético es la conciencia de una ambivalencia. Pero es más, pues es una ambivalencia excitada, activa, dinámica. El instante poético obliga al ser a valorizar o a desvalorizar. En el instante poético, el ser asciende o desciende, sin aceptar el tiempo del mundo, que volvería a reducir la ambivalencia a la antítesis, lo simultáneo a lo sucesivo.

Podrá verificarse sin dificultad esa relación entre la antítesis y la ambivalencia cuando se quiere entrar en comunión con el poeta que, con toda evidencia, vive en un instante los dos polos de sus antítesis. El segundo polo no es provocado por el primero.

Los dos polos nacieron juntos. A partir de ese momento se encontrarán los verdaderos instantes poéticos de un poema en todos los puntos en que el corazón humano puede invertir las antítesis. Más intuitivamente, la ambivalencia bien trabada se revela por su carácter temporal: en lugar del tiempo viril y, valiente que se lanza hacia adelante y rompe, en lugar del tiempo suave y sometido que se lamenta y que llora, se tiene el instante andrógino. El misterio poético es una androgínia.


II

Pero, ¿sigue siendo tiempo ese pluralismo de acontecimientos contradictorios encerrados en un instante único? ¿Sigue siendo tiempo toda esta perspectiva vertical que domina el instante poético? Sí, pues las simultaneidades acumuladas son simultaneidades ordenadas. Dan una dimensión al instante por cuanto le dan un orden interno. Por eso el tiempo es un orden y no es más que eso. Y todo orden es un tiempo. El orden de las ambivalencias en el instante es pues un tiempo. Y es ese tiempo vertical lo que descubre el poeta cuando rechaza el tiempo horizontal, es decir, el devenir de los demás, el devenir de la vida, el devenir del mundo. Son pues éstos los tres órdenes de experiencias sucesivas que tienen que liberar al ser encadenado en el tiempo horizontal:

Primero: acostumbrarse a no referir el tiempo propio al tiempo de los demás − romper los cuadros sociales de la duración;

Segundo: acostumbrarse a no referir el tiempo propio al tiempo de las cosas − romper los cuadros fenomenales de la duración;

Tercero: acostumbrarse −dura prueba− a no referir el tiempo propio al tiempo de la vida, dejar de saber si late el corazón, si brota la alegría − romper los cuadros vitales de la duración.

Sólo entonces se alcanza la referencia autosincrónica en el centro de uno mismo, sin vida periférica. De pronto se borra toda superficial horizontalidad. El tiempo ya no fluye. Brota.


III

Para retener o, más bien, para volver a encontrar ese instante poético estabilizado, hay poetas, como Mallarmé, que directamente maltratan el tiempo horizontal, que invierten la sintaxis, que detienen o desvían las consecuencias del instante poético. Las prosodias complicadas ponen piedras en el arroyo para que las ondas pulvericen las imágenes fútiles, para que los remolinos destrocen los reflejos. Leyendo a Mallarmé con frecuencia se tiene la impresión de un tiempo recurrente, que aparece para finalizar instantes ya pasados. Se vive, entonces, con atraso, los instantes que ya debían haberse vivido: sensación tanto más extraña cuanto que no participa de ningún pesar, de ningún arrepentimiento, de ninguna nostalgia. Simplemente está hecha de un tiempo trabajado, que a veces sabe hacer preceder el eco a la voz y poner el rechazo en la confesión.

Otros poetas, más felices, captan naturalmente el instante estabilizado. Baudelaire ve, como los chinos, la hora en los ojos de los gatos, la hora insensible en que la pasión es tan completa que desdeña realizarse: "En el fondo de sus ojos adorables siempre veo con nitidez la hora, siempre la misma, una hora vasta, solemne, grande como el espacio, sin división en minutos, segundos, una hora inmóvil que no está marcada en los relojes...". Para los poetas que realizan de esta manera el instante con holgura, el poema no se desenvuelve, se anuda, se teje, nudo a nudo. Su drama no se efectúa. Su mal es una flor tranquila.

En equilibrio sobre la medianoche, sin esperar nada del hálito de las horas, el poeta se aligera de toda vida inútil; experimenta la ambivalencia abstracta del ser y del no ser. En las tinieblas ve mejor su propia luz. La soledad le trae el pensamiento solitario, un pensamiento que no se distrae, un pensamiento que se eleva, que se tranquiliza exaltándose con pureza.

El tiempo vertical se eleva. A veces también se hunde. Medianoche, para quien sabe leer El Cuervo ya nunca volverá a sonar horizontalmente. Suena en el alma descendiendo, descendiendo... Raras son las noches en que tengo el valor de ir hasta el fondo, hasta la duodécima campanada, hasta la duodécima herida, hasta el duodécimo recuerdo... Entonces vuelvo al tiempo chato; encadeno, me reencadeno, vuelvo junto a los vivos, a la vida. Para vivir siempre hay que traicionar a los fantasmas...

En el tiempo vertical −descendente− se escalonan las peores penas, las penas sin causalidad temporal, las penas agudas que atraviesan un corazón sin motivo, sin languidecer jamás. En el tiempo vertical -ascendente- se consolida el consuelo sin esperanza, ese extraño consuelo autóctono, sin protector. En suma, todo lo que nos desliga de la causa y de la recompensa, todo lo que niega la historia íntima y el deseo mismo, todo lo que desvaloriza al mismo tiempo el pasado y el futuro, se halla en el instante poético.

¿Quiérese el estudio de un pequeño fragmento del tiempo poético vertical? Tómese el instante poético de la nostalgia sonriente, en el momento mismo en que la noche se duerme y estabiliza las tinieblas, en que las horas apenas respiran, en que la soledad por sí sola es va un remordimiento. Los polos ambivalentes de la nostalgia sonriente, casi se tocan. La menor oscilación sustituye el lino por el otro. La nostalgia sonriente constituye, pues, una de las ambivalencias más sensibles de un corazón sensible. Pues se desarrolla con toda evidencia en un tiempo vertical, ya que ninguno de los dos elementos: sonrisa o nostalgia, es antecedente. El sentimiento es acá reversible o, mejor dicho, aquí la reversibilidad del ser se ha sentimentalizado: la sonrisa tiene nostalgias, y la nostalgia sonríe, la nostalgia consuela. Ninguno de los tiempos expresados sucesivamente es causa del otro; y esto constituye la prueba de que están mal expresados en el tiempo sucesivo, en el tiempo horizontal. Sin embargo, de uno a otro hay un devenir, un devenir que sólo puede experimentarse verticalmente, ascendiendo, con la impresión de que la nostalgia se aligera, que el alma se eleva, que el fantasma perdona. Ahora florece verdaderamente el infortunio. Un metafísico sensible hallará aquí, en la nostalgia sonriente, la belleza formal del infortunio. Comprenderá en función de la causalidad formal, el valor de desmaterialización en que se reconoce el instante poético. Una prueba más de que la causalidad formal se desenvuelve en el interior del instante, en el sentido de un tiempo vertical, mientras que la causalidad eficiente se desenvuelve, en la vida y en las cosas, horizontalmente, agrupando instantes con intensidades distintas.

Naturalmente, en la perspectiva del instante, se puede experimentar ambivalencias de mayor alcance: "Siendo niño, sentí en mi corazón dos sentimientos contradictorios: el horror a la vida y el éxtasis de la vida". Los instantes en que esos sentimientos se sienten conjuntamente, inmovilizan el tiempo, porque se experimentan juntos ligados por el interés fascinante en la vida. Sustraen al ser de la duración común. Tal ambivalencia no puede describirse en tiempos sucesivos, como un vulgar balance de las alegrías y de las penas pasajeras. Contrastes tan agudos, tan fundamentales, proceden de una metafísica inmediata. Se vive su oscilación en un solo instante, por éxtasis y caídas que hasta pueden hallarse en oposición con los sucesos. La aversión a la vida nos sobreviene en pleno gozo con la misma fatalidad que el orgullo en el infortunio. En los temperamentos cíclicos que se desenvuelven en la duración habitual, siguiendo a la luna, los estados contradictorios no ofrecen más que parodias de la ambivalencia fundamental. Sólo una psicología profundizada del instante podrá darnos los esquemas necesarios para comprender el drama poético esencial.

Por otra parte, es notable que uno de los poetas que más intensamente captaron los instantes decisivos del ser, sea el poeta de las correspondencias. La correspondencia baudelairiana no es, como a menudo se sostiene, una simple transposición que proporcionaría un código de analogías sensuales. Es una suma de un ser sensible en un instante único. Pero las simultaneidades sensibles que reúnen los perfumes, los colores y los sonidos, no hacen más que provocar simultaneidades más remotas y más profundas. En esas dos unidades de la noche y de la luz se encuentra la doble eternidad del bien y del mal. Lo que hay de "vasto" en la noche y en la claridad, por otra parte, no debe sugerirnos una visión espacial. La noche y la luz no son evocadas por su extensión, su infinito, sino por su unidad. La noche no es un espacio. Es una amenaza de eternidad. Noche y luz son instantes inmóviles, instantes negros o claros, alegres o tristes, negros y claros, tristes y alegres. Nunca el instante poético ha sido más completo que en este verso, en que puede asociarse a la vez la inmensidad del día y de la noche. Nunca se ha hecho sentir tan físicamente la ambivalencia de los sentimientos, el maniqueísmo de los principios.

En el camino de esta meditación, de pronto se llega a esta conclusión: toda moralidad es instantánea. El imperativo categórico de la moralidad no tiene nada que ver con la duración. No retiene ninguna causa sensible, no espera ninguna consecuencia. Va directamente, verticalmente en el tiempo de las formas y de las personas. El poeta es entonces el guía natural del metafísico que quiere comprender todos los poderes de enlaces instantáneos, la fuga del sacrificio, sin dejarse dividir por la grosera dualidad filosófica del sujeto y el objeto, sin dejarse detener por el dualismo del egoísmo y del deber. El poeta anima una dialéctica más sutil. Revela a la vez, en el mismo instante, la solidaridad de la forma y de la persona. Demuestra que la forma es una persona y que la persona es una forma. La poesía se convierte así en un instante de la causa formal, un instante de la potencia personal. Se desentiende entonces de lo que rompe y de lo que disuelve, de una duración que dispersa ecos. Busca el instante. No necesita más que el instante. Crea el instante. Fuera del instante no hay más que prosa y canción. Es en el tiempo vertical de un instante inmovilizado donde la poesía encuentra su dinamismo específico. Hay un dinamismo puro de la poesía pura. Es el que se desarrolla verticalmente en el tiempo de las formas y de las personas.


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