Y
como una fatalidad debemos volver a la ya eterna pregunta de Hölderlin ¿Para
qué poetas en tiempos de penurias? (Elegía 248-Pan y vino)sí ¿para qué? y para
que la rosa, el tigre, la manzana? y para qué el horror, lo injusto, la
mentira?
Lo
que a menudo no sirven son los hombres, esta civilización, su raro acuerdo con
la indiferencia a lo sublime, a lo sacramental, el complot criminal de los
mediocres.
La
poesía es una fuerza que sostiene al mundo.
Poetas
y poemas pueden ser prescindibles y muchas veces lo son.
La
poesía es pre y post verbal.
La
poesía no sufre el tiempo, lo crea.
¿Sirven
poemas y poetas en el tercer milenio? Sirvieron antes? o todo eso que llamamos
tradición, literatura, cultura, diálogo fue apenas- como quería Heidegger -la
casa del ser o menos o más aún, un silbo para nadie, las hojas contra el
viento, el abismo de uno?
Los
milenios y lo anterior y lo que perdure hasta que estalle el sol y los sueños,
las luchas, el narcisismo, el hocico pegado a la época o peor aún, a cierta
nostalgia aristocratizante o peor todavía a ciertas utopías y otras ucronías.
Eso, no lo hemos contestado ya? no lo sabemos? no vemos la larga y ruinosa
marcha entre la banalidad y el desprecio?
Aquellos
que fueron de los mejores entre nosotros allí quedaron, mentidos, empleados,
negados y sus pobres palabras, sus plumitas o piedras o lámparas tantas veces
crecientes en la oscuridad, en los azares...¿Fue su poesía o fue lo innominado?
qué tesis, cual ensayo caminará por los puentes incendiados? basta leer lo que
guardó la historia...fueron ellos la razón? el sino? o fue la poesía que eligió
esos cuerpos, la circunstancia, el aire y atravesó vestida de imposible la
palabra humana.
Cuando
ya nada importe, ni el chacal ni el héroe, cuando los grandes titulares, el
diagnóstico sea visitado (otra vez) por el olvido y la muerte, allí estará la
poesía, rendida a los espíritus.¿A qué? A los espíritus, al ectoplasma de la
especie.
Me
hago cargo: es preferible hablar del espacio de los poetas y sus obras en los
medios de comunicación, en las academias, en las librerías, en las
editoriales...me hago cargo pero hace 45 años me agarró la poesía (o su
secretaria, su hija jorobada, enteca) y me arrastró por los mundos, tarde,
rápido. A esta altura no voy a andar cuidándome de la política de las
relaciones, las internas del mercadeo simbólico, lo correcto, lo prolijito
-para eso están los profesores, los aficionados.
Asumo
que, lo que haya de valor en mis palabras no es mío, jamás he comprendido algún
poema, nunca abrigué esperanzas, me harté de ver, de escuchar, los
malosentendidos, la sorna, la falta de rigor y amor, las deprimentes
pretensiones de los que envejecieron cacareando sin poner el huevo (y los
otros? allí están, quietitos en el silencio, en la noche que soplan los
burros); lo asumo si algo fue, fue la poesía y ya no vuelve o, mejor dicho,
vuelve distinta cada vez, como la providencia, la pasión, la patria.
La
poesía no está para servir.
La
poesía está y es el penúltimo relámpago o no está y entonces perdemos un poco
más el tiempo, el silencio y la riqueza del enigma.
Alejandro Schmidt
texto publicado por Piero De Vicari y Hugo Toscadaray
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