Se ha
cortado la luz y el hombre que desea súbitamente comprende que la oscuridad
está siempre tras las joyas. Y se queda desnudo de su hambre moderna, de su
agitación, se vuelve simple, se vuelve lo que es.
Prende una
vela y si pudiera acompañaría su temblor; dependería ciertamente, del tiempo de
esa luz. Porque algo arde sólo una vez y es pobre su calor si comparamos o
quema su calor si lo tocamos.
Porque no
estamos acostumbrados ya a esa compañía, a eso que muere dándose.
No. El
hombre que desea precisa un accidente, una mano feroz, una ceguera, para
escuchar cómo se mueven los insectos, los pájaros y, sobre todo, debajo de todo,
el apacible corazón eterno.
Cuando vuelve
la luz, los ruidos de artefactos, el perfil de las calles y las torres, vuelve
todo lo que ignora; su precariedad, su inútil fábula del porvenir también se iluminan
cantando, somos el sol, el sol, el sol.
de En un puño oscuro,ediciones radamanto,villa
maría,córdoba,1998-
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