jueves, 24 de diciembre de 2009

ALBERTO MANGUEL (BUENOS AIRES,1948)

Según el momento y el lugar,nuestro estado de ánimo y nuestros recuerdos,nuestras experiencias y nuestros deseos,el disfrute de la lectura,en el mejor de los casos,aumenta,más que reduce nuestras tensiones mentales,tensándolas para hacerlas cantar,con lo que no somos menos sino más conscientes de su presencia.Es verdad que,en ocasiones,el mundo de la página escrita se incorpora  nuestra conciencia imaginaire -nuestro cotidiano vocabulario de imágenes- y entonces erramos sin propósito fijo por esos paisajes inventados,maravillados,como Don Quijote.Pero la mayor parte del tiempo caminamos con paso firme.Sabemos que estamos leyendo incluso aunque suspendamos el juicio;sabemos por qué estamos leyendo aunque no sepamos cómo,reteniendo en la cabeza al mismo tiempo, por así decirlo,la ilusoria realidad el texto y el acto de leer.Leemos para descubrir el final,por mor de la historia.Leemos sin afán de alcanzarlo por mor de la historia misma.Leemos minuciosamente,como quien sigue una pista,olvidados de lo que nos rodea : leemos distraídamente,saltándonos páginas.Leemos despreciativamente,con admiración,de manera negligente,apasionados,envidiosos,anhelantes.Leemos con ráfagas de repentino disfrute,sin saber lo que ha provocado ese placer."¿Qué emoción es ésta que siento?"pregunta Rebecca West después de leer el Rey Lear."¿Qué relación tienen con mi vida las grandes obras que me hacen sentir tan feliz?"No lo sabemos : leemos en la ignorancia.Leemos en largos y lentos movimientos,como flotando en el espacio,ingrávidos.Leemos llenos de prejuicios,maliciosamente.Leemos generosamente encontrando excusas para el texto,llenando vacíos,corrigiendo faltas.Y,a veces,cuando las estrellas nos son propicias,leemos conteniendo la respiración estremeciéndonos como si alguien o algo "hubiese caminado sobre nuestra tumba",como si,de repente,hubiésemos recuperado un recuerdo salido de lo más hondo de nosotros mismos : el reconocimiento de algo que ignorábamos hasta entonces que se hallara allí,o de algo que vagamente sentimos como un chispazo o una sombra,cuya forma fantasmal se alza y desaparece en nuestro interior antes de que podamos ver lo que es,pero haciéndonos más viejos y más sabios.


de Una historia de la lectura,Grupo Editorial Norma,Traducción de José Luis López Muñoz,Colombia,1999

No hay comentarios:

Publicar un comentario