sábado, 7 de marzo de 2009

JORGE TEILLIER (1935-1996)



Cosas vistas (Fragmento)


1

Nieva
y todos en la ciudad
quisieran cambiar de nombre.

2

Me preguntas en qué pienso.
No pienso en nada:
Sólo veo un puente de cimbra
Sobre el lecho reseco de un río
Que nunca hemos atravesado juntos.

3

Con el grito amarillo
del aromo
se despierta la mañana.

5

Los árboles están lejos
pero un día
llegaremos a ser árbol.

7

Sentado en el fondo del patio
trato de pensar qué haré en el futuro,
pero sigo el vuelo del moscardón
cuyo cuerpo es el único que podría atrapar,
y pierdo el tiempo saludando al caballo
al que puse nombre en mediodía de infancia
y que ahora asoma
su triste cabeza entre los geranios.

8

Las primeras luciérnagas:
un niño corre a buscarlas
para su amigo enfermo.

9

La jaiba
es una rojiza mancha vieja en la roca.
Avanza lentamente
y sigue viviendo bajo el sol
tanto como el albatros de plumaje reluciente
desdeñosamente inmóvil sobre otra roca.

10

Damos vuelta la plaza
en un Fiat 600
para entrar a una iglesia de 1732.
Una iglesia más grande que este pueblo
acurrucado como un pobre nido
entre cerros áridos donde trepan las cabras.
Un pueblo con casas de adobe venidas abajo
por el último terremoto.
Un pueblo donde todos esperan otro terremoto.

11

Abro la puerta
hacia la pieza vacía.
Si pudiera llenarla tu recuerdo.
Si pudiera escribir este poema
no estaría horas escuchando el Maestro
diciendo "Quién tuviera dieciocho años
y brillara en las acciones".

15

Quise fotografiarme y escogí los ojos de un perro vago.
Pequeño vagabundo sin dueño,
sucio,
con cardos secos en el pelaje marchito.
No me cobró nada
y volvió a escarbar su tarro de basura.
Cada uno sigue su camino.

17

Día tras día
en los charcos verticales
de los espejos de los bares
se va perdiendo tu cara
esa hoja caída de un árbol condenado.

19

Frente al semáforo rojo
me detengo
esperando cruzar la calle.
Un niño me mira
desde los brazos de su madre.
Algo tiene que decirme
algo tengo que decirle,
algo que será él.
Hasta el cambio de luz
me hundo en esos ojos asombrados
irrecuperables.

25

Para qué me dices
escribe;
trata de escribir
hasta que tu brazo derecho
sea más largo que el izquierdo.

30

La muerte nos dice que no existe
para que creamos en ella
y la llamemos.

39

Si el mismo camino que sube
es el que baja
lo mejor es mirarlo
inmóvil desde una ventana.

40

Los charcos
abren ojos aterrados
al oír a los patos.



Para hablar con los muertos



Para hablar con los muertos
hay que elegir palabras
que ellos reconozcan tan facilmente
como su manos
reconocían el pelaje de los perros en la oscuridad.
Palabras claras y tranquilas
como el agua del torrente domesticada en la copa
o las sillas ordenadas por la madre
después que se han ido los invitados.
palabras que la noche acoja
como los pantanos a los fuegos fatuos.

Para hablar con los muertos
hay que saber esperar:
ellos son miedosos
como los primeros pasos de un niño.
Pero si tenemos paciencia
un día nos responderán
con una hoja de álamo atrapada por un espejo roto,
con una llama de súbito reanimada en la chimenea,
con un regreso oscuro de pájaros
frente a la mirada de una muchacha
que aguarda inmóvil en un umbral.


Del libro Crónicas del Forastero,Ediciones Colihue,Buenos Aires,1999.

1 comentario:

  1. excelente selección!!
    llegué aquí por recomendación de cayetano, realmente creo que es un gran trabajo que lleva adelante en el blogg,
    saludos
    pd: le acerco la dirección de otro blogg maravilloso
    http://patriciadamiano.blogspot.com

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