PIEDRA ENCONTRADA |
En esta ciudad cuando alguien abre las puertas del Infierno, se nota. Los árboles mutilados se estremecen en las plazas falsas, los vidrios de los escaparates se humedecen sórdidamente, porque había inocencia aún y algo ha caído sobre ella. Es que hemos olido otro cuerpo, y es distinto de como lo soñamos, en las recalentadas calles, mucho tiempo atrás. Son vidas, sí. Primaveras. Pero nunca con el exacto tono del viento: frío si hace calor y viceversa, como el suavísimo olor que ahora sabemos que no será descanso. Y hay que vivir, mirar a los ancianos sentados en el balcón al atardecer, las ventanas abiertas, la impudorosa visión del techo de su habitación, de su araña, del extremo de su ropero donde hay textiles flores de sueños de películas en blanco y negro, con olores también, que uno no sabe si recuerda. Pararse. Mirar eso antes de entrar, de subir a la entrega de ella, al deseo que se culmina y vuelve a abrir la puerta de las muertes. Cuando creías en los poemas era cuando todo parecía posible: los viajes, el amor como un viaje, pero has hecho ahora esos viajes, trayendo y llevándote átomos, cosas que existen, de todos lados. Confundirte. Podrías confundirte. Yo podría ayudarte a hacerlo, borrando todo con mitos, que los versos fabrican. ¿Te sería agradable? Pero es que yo también crecí. Yo también ya he escrito demasiado. El poder fulminante de las palabras, de su no ser usadas todavía, ya no existe Las hojas se estremecen, sin embargo, sin sentido ninguno, hermosamente, en el viento que se está levantando! Borrala de tus sueños, no la compulses con lo real, que quede desolada, de pie, en ese cuarto de un recodo del Infierno, una sombra, una pesadilla de la vida. Mañana pasará. Por las calles. Y antes que esto llegue a tus manos, serán otras las modas, todo lo que se puede y no se puede hacer, y nadie que la mire sabrá que en el cuarto plantada en medio del calor y del Infierno, sin lástimas sin versos ni proyectos, la deseaste tan sólo porque el techo que la amparaba era trágico como los olvidados sueños de los viejos de enfrente abandonados en el verano. Sí. Mañana la mirarán, le enviarán como cartas con miradas, cartas que jamás se leerán a sí mismas, que quedarán en una poste restante del alma, donde ella jamás acudirá. Polleras. Medias, andares. Muerte fascinándose con el irle detrás. ¿Y si acaso lloviera entrarías, entonces, más tranquilo? Si la lluvia hablara en tu lugar, desplazara al silencio? Deseada como lluvia. Como al fresco en medio del calor. Y no lo sabe. No sabe lo que rodea su atraer, las piezas que franquean su pieza, las líneas que a ella llevan, esa tarde desfalleciente en una luz manoseada e insípida. La puerta oscura se abre, la escalera como una caverna se extiende ante tus pies, la solitaria luz de la bombilla huérfana, fulgura al fondo y a lo alto. Subí. Hoy la ciudad lo hace posible. |
domingo, 1 de febrero de 2009
EDUARDO D'ANNA (ROSARIO,1948)
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enorme poema el de Eduardo!
ResponderEliminarJD