miércoles, 18 de octubre de 2017

ENRIQUE WERNICKE (1915 - 1968 )




Tú,mi querida,me preguntas. De día, cuando el sol se quiebra en los naranjales;de noche cuando las brasas miran.
   Yo respondo ,siempre ,con una palabra, y luego otra que sigue a la primera; y otra.Y todas toman un camino que tú no ves.Y tú te quedas con la última, como un cordero rezagado en los brazos.
Uno debería decir de golpe:
"Cae un árbol".
"Crece el río".
"Adiós".
Pero la vida no sería como es.Y yo, mi querida,caería muerto, hecho un ovillo, entre mis frases.

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La mano más garfio que he visto en mi vida se cierra hecha un nudo sobre el puño del machete.
¡Corto!
Corto la caña.Corto el machete.Corto la mano.Corto la vida que sangra por la muñeca.
Corto mi patria.
Y yo, en la galería, con la cola en la sombra.
Los chicos del quintero recogen su barrilete.Yo recojo mis ojos desde la zafra. Salto el camino de las carretas.Vuelvo a mí.
¿He cambiado tanto?
Sí, he cambiado.
Soy aquel viejo carpintero que se puso a fabricar un marco.
Llegó un Dios y le regaló el cuadro.Y luego al llevarlo a la pared, quedó el marco. Sin cuadro.
Lo tengo conmigo y no lo tengo.
Tener al hombre,al chico de la zafra, a la vieja, al penacho, al machete.
Tenerlo sería llevarlo envuelto, sufrirlo constantemente.
Y pedir agua cuando él tiene sed.Y cortar el asado con su cuchillo.Y que fuera él quien hablara de mí, así como yo hablo de él.
Yo no puedo ser más de lo que soy.
Soy el hombre,como él. Pero a mí me tocaba mirarlo.
Era mi destino.
Pero yo he llamado al herrero para formar la herradura de la mula de Juan y afilar la reja del arado de Manuel y templar una cuchilla a Pedro. Entre changa y rezongo le di lo mío: mi cuchillo, mi reja, mi destino.
Y así vine a Tucumán.
Y así lo miro, cambiando.

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Soy ese hombre que mira.
¡Mira que es fácil mirar! Las uñas, los dedos, el ombligo.
Bostezar para arriba y mirar el cielo. Escupir para abajo y mirar la tierra.
   Miramos todos: el estudiante, el turco tendero, el guarda de ómnibus, el sargento.

Pasa un serrano tapado de ponchos, sudores, lazos y espantadas y mira. Mira al borracho que está sentado en la vereda.
  Y el borracho mira el polvo de la calle.
Pasa la polvareda. Y queda un perro mirando el remolino que la lleva.
  Mirar, miramos.




de Tucumán de paso (1949) según la versión que figura en Obra poética - Editorial Serapis - Rosario. 2017

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