martes, 24 de febrero de 2009

JUAN CARLOS MOISÉS (Sarmiento,Chubut,1954)



El mejor poema


supongamos que he escrito
un poema importante
entonces digo:
como prueba de lo que soy
capaz de hacer
les muestro acá en mi mano segura
el mejor poema

observen ya sale
tarda demora un poco
pero al fin siempre sale
suave fino meticuloso

lamento lamento la espera
lamento la espectativa
es un poco tímido


Ideas



ha tenido ideas
cuando creció le dijeron
que no debía tener ideas
sólo verlas desde lejos
y no tocarlas no arrimarse a ese fuego
pero era simple y natural
tener ideas
como tener dos pies dos manos una
nariz o amar a Claudia
eso le causó contratiempos
no le fue permitido vivir
con ideas
entonces
debió de haber escuchado una voz una voz
sórdida decirle: debajo
del mundo
en ese lugar oscuro y frío
no se necesitan ideas
no

Una carta


la carta que está sobre la mesa
fue enviada hace cuatro días desde
Buenos Aires
siempre
pensé en Buenos Aires
de chico soñé con Buenos Aires
todavía pienso y sueño con Buenos Aires

dos mil kilómetros viajó esta carta seductora
para venir a mi encuentro
y transformar a este pequeño pueblo del sur
en un país desconocido


del libro Querido Mundo,ediciones el lagrimal trifurca,rosario,1988

miércoles, 18 de febrero de 2009

SILVIA BAREI (SAN FRANCISCO,1950)



Cuentas claras


A veces los muertos
se hacen los distraídos
y rondan la casa
como si ella fuera
alguien poco conocido.

Entonces el más allá
inicia una especie de cuenta regresiva
y es lógico creer que ya es hora
de calcular las ventajas
del infierno y del paraíso.

Que ya es hora de ordenar
los libros y los duelos
de regar
las plantas con gesto definitivo
de irse de viaje por el mundo
como melancólica prueba
del propio
derrumbe.



La noche en vela



Anoche estuve despierta entre las tres
y las cuatro y media.
Dicen que es la hora
en que la gente muere.
Mueren los viejos en sus camas viejas
mueren los soldados en las trincheras
mueren los jóvenes en las calles feroces
mueren de nuevo mis muertos
mis queridos
mis olvidados
mis verdugos
mis despiadados.

No sé si no me dejan dormir los gritos
o los duelos privados
que sostengo noche a noche
/entre las sábanas/
contra los ojos
contra la almohada
contra vos contra el destierro
contra la planicie que ciega los sueños

Hasta que se apiada de mí
la luz de la mañana.


del libro La casa en el desierto,Alción Editora,Córdoba,2008.

domingo, 15 de febrero de 2009

JOSÉ EMILIO PACHECO (México,1939)



Homenaje



Con esta lluvia el mundo natural

penetra
en los desiertos de concreto.
Escucha
su música veloz,
contrapunto de viento y agua.

Única eternidad que sobrevive,
esta lluvia no miente.



Nocturno



La noche yace en el jardín.

la oscuridad silenciosamente respira.
Cae del agua una gota de tiempo.
Un día más se ha sepultado en mi cuerpo.



Bosque de marzo



La flor acaba de nacer.
La hoja vibra
de juventud en solidario follaje.

Nueva es la tierra
y es la misma de entonces.

Aquí tan sólo quien contempla envejece.


Extranjeros


Si te molestan por su acento o atuendo,
por sus términos raros para nombrar
lo que tú llamas con distintas palabras,
emprende un viaje
no a otro país
(ni siquiera hace falta) :
a la ciudad más próxima.

Verás como tú también eres extranjero.


del libro Desde entonces (1975-1978) según la versión que consta en Alta Traición - Antología Poética - Alianza Editorial- Madrid - 1985



lunes, 9 de febrero de 2009

GIACOMO LEOPARDI ( 1798-1837)



L'Infinito


Sempre caro mi fu quest'ermo colle,
e questa siepe, che data tanta parte
dell'ultimo orizzonte il guardo esclude.
Ma sedendo e mirando, interminati
spazi di là da quella, e sovrumani
silenzi, e profondissima quiete
io nel pensier mi fingo; ove per poco
il cor non si spaura. E com il vento
odo stormir tra queste piante, io quello
infinito silenzio a questa voce
vo comparando: e mi sovvien l'eterno,
e le morte stagioni, e la presente
e viva, e il suon di lei. Così tra questa
immensità s'annega il pensier mio:
e il naufragar m'è dolce in questo mare.



El Infinito
(Cuatro versiones)


Amé siempre esta árida colina
y este cerco que obstruye la visión
de gran parte del último horizonte.
Sentado, contemplando, me imagino
un infinito espacio más allá,
silencios sobrehumanos, honda calma,
hasta casi aterrar al corazón.
Mas no bien oigo al viento susurrar en el cerco,
y distingo esa voz
de aquel silencio inmenso,
me alcanza la memoria de lo eterno,
y la muerta estación, y la presente
y viva con su son. Así le entrego
a esta inmensidad mi pensamiento
y me hundo dulcemente en este mar.

Versión de Ricardo H. Herrera


Siempre cara me fuiste, yerma cumbre,
y esta espesura, que a los ojos roba
tanta parte del último horizonte.
Sentado aquí y mirando interminables
espacios a lo lejos,sobre humanos
silencios y una calma profundísima
en el pensar me finjo;y poco falta
para que tiemble el corazón.Y oyendo
silbar el viento entre las frondas,voy
comparando esta voz a aquel silencio
infinito;en lo eterno pienso entonces,
en la muerta estación y en la presente,
viviente y rumorosa.Y así en esta
inmensidad se anega el pensar mío,
y el naufragar me es dulce en este mar.

Versión de Miguel Romero Martínez


Siempre cara me fue esta yerma loma
y esta maleza,la que tanta parte
del último horizonte ver impide.
Sentado aquí, contemplo interminables
espacios detrás de ella, y sobrehumanos
silencios,y una calma profundísima
mi pensamiento finge;poco falta
para que el corazón se espante.Escucho
el viento susurrar entre estas ramas,
y comparando voy a aquel silencio
infinito,esta voz;y pienso entonces
en lo eterno,en las muertas estaciones
y en la presente,rumorosa.En esta
inmensidad se anega el pensamiento,
y el naufragar en este mar me es dulce.

Versión de Diego Navarro


Siempre querida me fue esta yerma colina
y esta maleza que de tanta parte
del último horizonte la vista impide.
Pero sentado, y contemplando interminables
espacios detrás de ella,y sobrehumanos
silencios y profundísima calma
finjo en mi pensamiento.Y poco falta
para que el corazón no se amedrente.Y cuando el viento
oigo susurrar entre estas ramas,yo aquel
infinito silencio a esta voz
voy comparando;y me viene el recuerdo de lo eterno
y de las muertas estaciones,y de la presente,
viva y rumorosa.Así en esta
inmensidad se anega el pensamiento mío,
y el naufragar me es dulce en este mar.

Versión Juan Bautista Bertrán S.J







domingo, 8 de febrero de 2009

JUAN EDUARDO CIRLOT (1916 - 1973)


Exhumaciones


Transito por lugares de abandono
y contemplo las fosas desoladas.
Las aguas de la noche han descendido
a estas costas humildes, deprimidas.
Todo está convertido en un lamento
sin nombre, acurrucado, irreparable.
Los dioses yacen mudos como esclavos,
lamiendo el oro rosa y el estiércol.

Lentamente yo busco entre las piedras
una llama de aquel incendio inerte.
Espadas de carbón, rosas de plata
aparecen, de pronto, entre los féretros.
Temblando como pájaros se ofrecen
esas flores tristísimas y sucias.
Las largas cabelleras de los héroes
emergen entre lirios y cerámica

jueves, 5 de febrero de 2009

JORGE DIPRÉ ( Ceres,1960)



NOSOTROS, NO FUIMOS


Nosotros fuimos una familia
que se sentaba a la mesa
nos peleábamos como en todas las familias
una mesa en cuya cabecera
aún no presidenciaba un televisor.
Nosotros fuimos torpes
luego adolescentes y más tarde un poco locos.
Nosotros ignorábamos todo
pero igual escribimos manifiestos sangrientos
no sabíamos ni dibujar
pero igual organizamos
exposiciones de Pintura Obscena
Nosotros no teníamos paz
pero leímos en público
y con guantes de boxeo
los libros, los poemas de nuestros detestados colegas.
Nosotros organizábamos bailes.
Nosotros escribíamos las paredes.
No creíamos en dios
porque nos sentíamos como dioses.
Inventamos santos pederastas
encandilamos a las mujeres del prójimo
con el tono de la voz y la mirada de horizonte
pergeñamos revistas contestatarias
Nosotros fuimos los que sentenciamos
que palabras como ‘pergeñar’ no eran palabras
para incluir en un poema.
Nosotros nos reímos públicamente de todo
y lloramos indignados y a solas por todo
Nosotros amamos y odiamos expresamente
y dimos cuenta y registro en cada oportunidad.
Nosotros no fuimos
sin embargo
cada tanto
la policía caía por casa y preguntaba.
Nosotros creíamos que la vida
la vida
era solo un punto de partida
Nosotros crecimos
y no nos acordamos unos de otros
Nosotros soñamos
Y fuimos tras esos sueños o dejamos de soñarlos
Nosotros fuimos poniendo
un televisor en la cabecera de la mesa vacía.
Nosotros subimos al tren; al auto; al ómnibus; al avión
hicimos de la distancia
un nuevo sueño
o la cáscara de un fracaso.

# # #
Nosotros, a veces, nos hablamos o nos vemos
abrimos la heladera
husmeamos en la almohada
nos encerramos en el cine
o nos aturdimos
con viejos temas de rock
miramos el álbum de fotografías
y volteamos hacia el horizonte
tan cerca ahora.
Nosotros que nos sentíamos un torbellino
Nosotros que conteníamos la sangre hasta donde podíamos
Y luego le dábamos curso
Nosotros
no fuimos
y ya nadie nos hace preguntas.


Jorge Dipré (borrador), setiembre 2008, de Primera Persona, del plural

martes, 3 de febrero de 2009

MARIA NEGRONI (ROSARIO,1951)

TEORÍA DEL BUEN MORIR

En el clima azulado de una ciudad de piedra me están enterrando.Veo la escena y digo:
_Déjenla.¿No ven que está viva?¿No ven el movimiento de su cara?
_Es verdad_dice alguien_.Todavía no ha llegado su tiempo de morir.No ha practicado bastante.El duro amor no ha sido escrito en su alma,algunos tabiques entre ella y la vida siguen en pie.Falta que algo se encamine a su centro como una interrogación.Que abrace la osadía de la petición y la entrega.Que clave un signo sobre la arena de su imagen,a ver lo que la boca hace del silencio.Debe vivir.
Me dejan entonces vivir.El desconocido habla todavía pero no logro entender.Dice algo sobre la Buena Muerte:un secreto,un error imperioso,amar de cerca,algo así.Después se evapora en un reducto de sombra y yo,entre afligida y contenta,me subo a un tren y abandono la última ciudad del mundo.

del libro,El viaje de la noche,Editorial Lumen,Barcelona,1994.

lunes, 2 de febrero de 2009

APOCALIPSIS 13



Me paré sobre la arena del mar, y vi subir del mar una bestia que tenía siete cabezas y diez cuernos; y en sus cuernos diez diademas; y sobre sus cabezas, un nombre blasfemo. Y la bestia que vi era semejante a un leopardo, y sus pies como de oso, y su boca como boca de león. Y el dragón le dio su poder y su trono, y grande autoridad. Vi una de sus cabezas como herida de muerte, pero su herida mortal fue sanada; y se maravilló toda la tierra en pos de la bestia, y adoraron al dragón que había dado autoridad a la bestia, y adoraron a la bestia, diciendo: ¿Quién como la bestia, y quién podrá luchar contra ella?
También se le dio boca que hablaba grandes cosas y blasfemias; y se le dio autoridad para actuar cuarenta y dos meses. Y abrió su boca en blasfemias contra Dios, para blasfemar de su nombre, de su tabernáculo, y de los que moran en el cielo. Y se le permitió hacer guerra contra los santos, y vencerlos. También se le dio autoridad sobre toda tribu, pueblo, lengua y nación. Y la adoraron todos los moradores de la tierra cuyos nombres no estaban escritos en el libro de la vida del Cordero que fue inmolado desde el principio del mundo. Si alguno tiene oído, oiga. Si alguno lleva en cautividad, va en cautividad; si alguno mata a espada, a espada debe ser muerto. Aquí está la paciencia y la fe de los santos.
Después vi otra bestia que subía de la tierra; y tenía dos cuernos semejantes a los de un cordero, pero hablaba como dragón. Y ejerce toda la autoridad de la primera bestia en presencia de ella, y hace que la tierra y los moradores de ella adoren a la primera bestia, cuya herida mortal fue sanada. También hace grandes señales, de tal manera que aun hace descender fuego del cielo a la tierra delante de los hombres. Y engaña a los moradores de la tierra con las señales que se le ha permitido hacer en presencia de la bestia, mandando a los moradores de la tierra que le hagan imagen a la bestia que tiene la herida de espada, y vivió. Y se le permitió infundir aliento a la imagen de la bestia, para que la imagen hablase e hiciese matar a todo el que no la adorase. Y hacía que a todos, pequeños y grandes, ricos y pobres, libres y esclavos, se les pusiese una marca en la mano derecha, o en la frente; y que ninguno pudiese comprar ni vender, sino el que tuviese la marca o el nombre de la bestia, o el número de su nombre. Aquí hay sabiduría. El que tiene entendimiento, cuente el número de la bestia, pues es número de hombre. Y su número es seiscientos sesenta y seis.

domingo, 1 de febrero de 2009

MARIO TREJO (LA PLATA , 1926)


Gatsby Blues


a Enrique Villegas


Tengo amor y lo doy

Alguien me extraña
Otros me necesitan
Tengo recuerdos inmortales
Y olvidos de ruedas que giran al revés

Pienso toda razón
Y siento como un místico
Mi Yo hizo las paces con el Otro

Sólo me faltan 900.000 dólares para ser feliz

EDUARDO D'ANNA (ROSARIO,1948)




PIEDRA ENCONTRADA


En esta ciudad
cuando alguien abre las puertas
del Infierno, se nota.

Los árboles mutilados
se estremecen
en las plazas falsas,
los vidrios
de los escaparates
se humedecen
sórdidamente, porque
había inocencia aún
y algo
ha caído sobre ella.
Es que hemos olido
otro cuerpo,
y es distinto
de como lo soñamos,
en las recalentadas
calles, mucho tiempo
atrás.

Son vidas, sí. Primaveras.
Pero nunca con el exacto
tono del viento: frío
si hace calor y viceversa,
como el suavísimo olor
que ahora sabemos
que no será descanso.

Y hay que vivir,
mirar a los ancianos
sentados en el balcón
al atardecer, las ventanas
abiertas, la impudorosa
visión del techo
de su habitación,
de su araña, del extremo
de su ropero donde hay
textiles flores de sueños
de películas en blanco
y negro,
con olores también,
que uno no sabe
si recuerda.

Pararse. Mirar eso
antes de entrar, de subir
a la entrega de ella,
al deseo que se culmina
y vuelve a abrir
la puerta de las muertes.

Cuando creías en los poemas
era cuando todo
parecía posible: los viajes,
el amor como un viaje,
pero has hecho ahora
esos viajes, trayendo
y llevándote átomos,
cosas que existen,
de todos lados.

Confundirte. Podrías
confundirte. Yo podría
ayudarte a hacerlo,
borrando todo
con mitos, que los versos
fabrican.
¿Te sería
agradable?

Pero es que yo también
crecí. Yo también
ya he escrito demasiado.
El poder fulminante
de las palabras,
de su no ser usadas todavía,
ya no existe Las hojas
se estremecen, sin embargo, sin sentido
ninguno, hermosamente,
en el viento que se está levantando!
Borrala de tus sueños, no
la compulses con lo real, que quede
desolada, de pie, en ese cuarto
de un recodo
del Infierno, una sombra,
una pesadilla de la vida.

Mañana pasará. Por las calles.
Y antes
que esto llegue a tus manos,
serán otras las modas, todo
lo que se puede y no se puede
hacer, y nadie
que la mire sabrá que en el cuarto
plantada en medio del calor
y del Infierno, sin lástimas
sin versos ni proyectos, la deseaste
tan sólo
porque el techo que la amparaba
era trágico como los olvidados sueños
de los viejos de enfrente
abandonados en el verano.

Sí. Mañana
la mirarán, le enviarán
como cartas con miradas, cartas
que jamás se leerán a sí mismas, que
quedarán en una poste restante
del alma, donde ella
jamás acudirá. Polleras.
Medias, andares. Muerte
fascinándose con el irle
detrás.
¿Y si acaso lloviera
entrarías, entonces,
más tranquilo?

Si la lluvia
hablara en tu lugar,
desplazara al silencio?

Deseada como lluvia.
Como al fresco en medio
del calor. Y no lo sabe.
No sabe lo que rodea
su atraer, las piezas
que franquean su pieza,
las líneas que a ella
llevan, esa tarde
desfalleciente
en una luz
manoseada e insípida.

La puerta oscura se abre,
la escalera como una caverna
se extiende ante tus pies,
la solitaria luz
de la bombilla huérfana, fulgura
al fondo y a lo alto. Subí.
Hoy la ciudad
lo hace posible.